RESEÑA

Revista de Historia del Arte, nº 28 (2022): 352-355 eISSN: 2659-5230. https://doi.org/10.46661/atrio.6556

García Avilés, Alejandro

Imágenes encantadas. Los poderes de la imagen en la Edad Media

Vitoria-Gasteiz: Sans Soleil ediciones, 2021, 205 págs.

ISBN 978-84-120097-5-0

El libro Imágenes encantadas. Los poderes de la imagen de la Edad Media es una recopilación de las investigaciones llevadas a cabo por Alejandro García Avilés durante los últimos años sobre la imagen medieval y sus facultades mágicas relacionadas con su presencia.

Desde la presentación del temario, su intención es aclarar y definir los valores sagrados y de culto que residen en las imágenes cristianas medievales. A lo largo de los seis capítulos con los que cuenta el libro, se mantiene un diálogo entre paganismo-idolatría-pleitesía-magia-devoción-cristianismo, donde se explican y justifican sus diferencias y semejanzas. Así mismo, se analiza la relación simbiótica que pudo haber existido entre imágenes mágicas y de culto a lo largo de la Edad Media.

Los apartados que componen la columna vertebral del libro surgieron a partir de las investigaciones realizadas por García Avilés para los seminarios del Groupe d’anthropologie historique de l’Occident médiéval (2005) y para la École des Hautes Études en Sciences Sociales (2007), reunidas en este libro bajo el sello editorial Sans Soleil en el año 2021.

El libro se compone por los siguientes apartados: “Presentación”, “Imágenes sangradas, Imagen y ritual”, “Imágenes milagrosas”, “Falsas estatuas”, “Estatuas poseídas” y “Notas”. Desde el inicio de las investigaciones y a lo largo de todos los capítulos se explica y analiza la maquinaria dialéctica que hay detrás de las “imágenes sagradas” y el temor que existía sobre ellas en los primeros años del cristianismo. Este temor se debía principalmente a la estrecha relación entre las imágenes de culto (cristianas) y las imágenes mágicas (paganas), debido a que en la Edad Media no existía un término específico para diferenciarlas, lo cual podía llevar a confundirlas o relacionarlas.

Para poder explicar el poder, como también la problemática en torno a la imagen y su uso, García Avilés recurre a fuentes bibliográficas primarias como el Libri Carolini o el II Concilio de Nicea. De igual manera, incluye las observaciones sobre la imagen de san Agustín, Gregorio Magno, Juan Damasceno y Rábano Mauro para completar el espectro.

Se incide en el concepto de la imagen cristiana desde tres pilares fundamentales: la reliquia, la eucaristía y la imagen figurativa. Todas ellas cumplían un rol de representación, aunque durante la alta Edad Media el peso consustancial se centraba en la eucaristía y las reliquias. Es a partir del año 1000 cuando se genera “la conversión de la imagen”, momento en que las reliquias se mezclan con otro tipo de soportes visuales, como las esculturas. El ejemplo que sale a luz es el de Santa Fe de Conques y el cambio radical de postura de Bernardo de Angers sobre las imágenes. A esto se le suma el sínodo de Arras de 1025 emprendido por Gerardo Cambrai, que no aprueba la adoración de imágenes, pero sí reconoce su poder visual, dado que permitía a los iletrados conocer y adorar a Cristo. El milagro será uno de los elementos fundamentales para la legitimación de las imágenes, las cuales tomarán especial fuerza a través de las traducciones de Juan Damasceno al latín en el siglo XII. Sin embargo, no será hasta Tomás de Aquino y Alberto Magno donde se abrirá “un nuevo camino en la teología de la imagen”, según afirma García Avilés.

Sobre “Imagen y ritual” el análisis se centra en el concepto de talismán y cómo su tamaño está relacionado con el desplazamiento de las religiones que quedaron rezagadas tras las victorias de Alejandro Magno. Victoria que obligó a minimizar cultos e imágenes cargadas de virtus pagana, lo que conllevó a pensarlas como talismanes o imago. Estos objetos visuales serán perseguidos y reprendidos por el cristianismo, como también sus esculturas, puesto que era el lugar donde los paganos creían que se resguardaban sus dioses. Por este motivo, tenía una acepción demoníaca de estos talismanes vistos desde la fe cristiana. García Avilés lo explica a través de la Ciudad de Dios de san Agustín, puesto que el teólogo retoma el Aslepio para reflexionar sobre la posesión de imágenes. Uno de los tantos ejemplos propuestos en el texto para visualizar la lucha contra los ídolos es el mosaico del año 1200 d. C. realizado en San Marcos, donde san Simón y san Judas bendicen estatuas de los templos de Persia para exorcizarlos. Además de los escritos de Cecco de Ascoli, Guillermo de Auvernia y el libro de Astromagia de Alfonso X que ampliaran los ejemplos y la acepción en torno a la imagen y su poder.

En el apartado “Imágenes milagrosas” se analiza la plena aceptación de la imagen y su florecimiento a partir del siglo XIII, debido a que es en esta centuria cuando se aúna la teoría escolástica sobre las imágenes sagradas, las prácticas culturales y sociales, que confieren a la imagen definitivamente su papel de privilegiada mediadora con lo sagrado. Los ejemplos se centran en las ilustraciones de los episodios que atestiguan su poder a través de las Cantigas de Alfonso X como ejemplo. A través de dicho manuscrito se busca demostrar cómo las imágenes cobraban vida para exhibir sus milagros, y cómo también la imagen narrativa se convierte en imagen de devoción. Su relevancia visual dentro del mundo cristiano será tal, que también poseerá un valor identitario convirtiéndose en una seña distintiva del cristianismo contra el aniconismo judío. Se explica además la diferencia entre la virtus magica-virtus sancta y la confrontación de la imagen digna de veneración y de exorcizacion.

“Falsas Estatuas” es el penúltimo apartado teórico, donde se amplía la tensión en torno al término imago, que en tiempos de Cicerón comenzó a utilizarse junto con statua, para identificar a los dioses, a los cuales se los explicaba antes terminológicamente con los vocablos simulacrum y signum. A partir de la Edad Media se la revestirá de nuevos significados ligados a ídolo, efigie, estatua o talismán. Este último concepto ganará especial fuerza entre los siglos XII-XIII, donde su significado se relacionará con un sentido profiláctico y apotropaico de la imagen. Esta “contaminación” del término imago será analizada desde varias fuentes, especialmente desde Del legibus de Guillermo de Auvernia para explicar cómo existían tres tipos de estatuas paganas sagradas: los ídolos que representaban a una persona, los simulacros, y los dioses hechos por manos humanas, a los cuales se les insuflaba vida a través de ritos y la especial importancia del cristianismo por el exorcismo de estas imágenes.

Finalmente, en “Estatuas poseídas” se mantiene una continuidad sobre la lucha cristiana contra las imágenes paganas, pero la investigación estará centrada en el análisis de los relatos apócrifos y compilaciones hagiográficas que crearon topos sobre representantes emblemáticos del cristianismo, tales como padres de la iglesia, mártires o apóstoles. Representantes como: Gregorio Magno, san Román, san Dionisio, san Martín, san Bartolomé, san Judas, san Mateo o santo Tomás, se convertirán en destructores y exorcistas de imágenes utilizando como armas la bendición y el bautismo. Se hará especial hincapié en este tema a partir del siglo XII-XIII.

En pocas palabras, García Avilés explica en Imágenes encantadas la conexión visual y conceptual medieval entre ídolo-talismán-imago-virtus-numen-transitus-imagen mágica-imagen de culto-paganismo-cristianismo, analizando cómo la imagen en la Edad Media pasa de estar rezagada y desplazada como símbolo pagano, a convertirse en un elemento central en el seno del cristianismo bajomedieval.

Pablo Joel Mendoza-Ormeño

Universidad de Salamanca, España

0000-0002-3820-3028