Tradición y academicismo en la Lleida de finales del siglo XVIII: Isidro Rogé y su Escuela de Matemáticas

Tradition and Academicism in Lleida at the End of the 18th Century: Isidro Rogé and his School of Mathematics

Isidro Puig Sanchis

Universitat Politècnica de València, España

ipuig@upv.es

0000-0002-6381-5579

Recibido: 26/10/2022 | Aceptado: 06/02/2023

Resumen

Palabras clave

Con este trabajo pretendemos dar a conocer y reivindicar a uno de los maestros de obras, o arquitectos, más destacados de la Lleida de la segunda mitad del siglo XVIII e inicios del XIX. No es, precisamente, del que conservamos más obras documentadas, o templos proyectados, pero tiene la particularidad de haber propuesto al municipio la creación de una Escuela de Matemáticas, con la intención de instruir a los maestros, albañiles y peones, así como de mejorar la praxis arquitectónica de la ciudad. Esta iniciativa llega en un momento en que ni en Lleida, ni en los alrededores, había arquitectos académicos y, supuestamente, los maestros de obras carecían de ese tipo de formación, como se constatará en los reiterados rechazos de los proyectos presentados a la Academia de Madrid, aunque en el fondo subyace la voluntad de imponer un nuevo gusto artístico alejado de la superficialidad y exageración del barroco.

Lleida

Arquitectura

Siglo XVIII

Isidro Rogé

Academia

Matemáticas

Abstract

Keywords

With this work we intend to make known and vindicate one of the most prominent master builders, or architects, of Lleida in the second half of the 18th century and the beginning of the 19th. He is not known for having the most documented works, or projected temples, but for his particularity of having proposed to the municipality the creation of a Mathematics School, with the intention of instructing master builders, masons and laborers, as well as improving the architectural practice of the city. This initiative comes at a time when neither in Lleida, nor in the surrounding area, there were academic architects and, supposedly, the master builders lacked this type of training, as can be seen in the repeated rejections of the projects presented to the Academy of Madrid, although in the background laid the desire to impose a new artistic taste away from the superficiality and exaggeration of the baroque.

Lleida

Architecture

18th Century

Isidro Rogé

Academy

Mathematics

Cómo citar este trabajo / How to cite this paper:

Puig Sanchis, Isidro. “Tradición y academicismo en la Lleida de finales del siglo XVIII: Isidro Rogé y su Escuela de Matemáticas.” Atrio. Revista de Historia del Arte, no. 29 (2023): 140-162. https://doi.org/10.46661/atrio.7559.

© 2023 Isidro Puig Sanchis. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0. International License (CC BY-NC-SA 4.0).

A modo de introducción

Es en la segunda mitad del siglo XVIII cuando ciertos autores como Francesco Algarotti, en su Saggio sopra l’Architettura y Lettere sopra l’Architetura (1764), consideran esencial el estudio de las Matemáticas y la Física en los proyectos arquitectónicos, lo que permite conocer mejor las propiedades de los materiales y adecuarlos a su función estructural. Por lo tanto, rechaza todo elemento que carezca de función estructural. Hay, pues, una apuesta por la recuperación del equilibrio entre función y representación, como principio racionalista y vitrubiano, consolidándose así la profesión del arquitecto[1].

La intervención de los ingenieros acelerará esta racionalización de la arquitectura. Es en Francia donde desde mediados de la centuria se reconoce a la ingeniería civil como una rama independiente de la militar, creándose, en 1747, la Escuela de Ingenieros Civiles o Ecole des Ponts et Chaussées.

Es en este momento cuando se crean importantes academias, como la de Matemáticas de Barcelona en 1720, la Academia de Guardias Marinas de Cádiz en 1728, y en la misma ciudad el Colegio de Cirugía para la Armada en 1748. En Segovia aparecería la Academia de Artillería en 1763 y en 1776 la Academia de Guardias Marinas del Ferrol. Los ingenieros militares van a ser los protagonistas en la construcción española del siglo XVIII, como es el caso de la nueva catedral de Lleida, proyectada por Pedro Martín Cermeño.

En España, al igual que en otros países, se intenta establecer un lenguaje internacional que en cada lugar se desarrollará de manera particular. Los reformistas del siglo XVIII presentarán el neoclasicismo como una reacción frente al barroco. La Academia de San Fernando se convierte en la institución encargada de asentar e imponer esas ideas renovadoras. Con la llegada de Carlos III, se intensificó el poder de la Academia, dado que su entusiasmo por lo clásico se vio favorecido por las excavaciones de Herculano y Pompeya. En 1783 publicó una Real Orden por la que se declaraban libres las profesiones de las Nobles Artes de dibujo, pintura, escultura, arquitectura y grabado, pudiéndose ejercer desde entonces sin necesidad de formar parte de un gremio. De manera que la Academia de Madrid era la única instancia autorizada para expedir los títulos, posteriormente la de Valencia, Zaragoza o Valladolid. En otras ciudades, caso de Barcelona, apareció la Escuela de la Lonja, que dependía de la Junta Superior de Comercio, donde desde 1775 había una Escuela de Nobles Artes que no incorporaría la enseñanza de la arquitectura hasta 1817, bajo la dirección de Antonio Celles[2].

El caso de Cataluña

La arquitectura religiosa catalana del siglo XVIII se mueve, como dice Joan Ramón Triado, entre el tradicionalismo y la renovación[3], o bien, como señala Alfonso Rodríguez G. de Ceballos refiriéndose al conjunto peninsular, “entre tradición y Academia”[4], que da como resultado una morfología constructiva y ornamental híbrida y peculiar, centrada fundamentalmente en las portadas, fachadas y algunos detalles interiores. Ciertamente no podemos hablar con autoridad de un barroco en Lleida, sino que consideramos mucho más apropiado referirnos a una arquitectura leridana realizada en la época del barroco.

A lo largo del siglo XVII todavía se desarrollaban y se consolidaban en Cataluña numerosas derivaciones del lenguaje clásico, con la divulgación y utilización de los textos y las obras de Vitrubio, Paladio, Serlio o Vignola, por citar algunos. Probablemente es este último el más utilizado por los maestros de obras[5]. Al menos con respecto a Lleida, las construcciones del siglo XVII, sobre todo durante los dos primeros tercios, muestran más una cierta asimilación del lenguaje clásico y de los modelos renacentistas que formulaciones barroquizantes[6], como sucede, por ejemplo, en los proyectos del nártex de la puerta de los Apóstoles de la Seu Vella de Lleida (1610-1630)[7].

Ya en el último tercio del siglo XVII convivieron obras que conservaban la tradición clásica de la arquitectura “renacentista”, como la iglesia de Castelldans –una arquitectura severa, poco o nada dada a las curvas propias del movimiento barroco, pero elegante y muy unitaria en su concepción estructural y espacial–, con las primeras manifestaciones de aspecto más propiamente llamado barroco, como la puerta del antiguo convento de la Merced (hoy en la iglesia de San Pedro de Lleida); la de la iglesia de San Martín de Maldà (1694, por Pau Viala); o bien la portada-retablo del templo de Borges Blanques, ya de inicios del XVIII, y curiosamente más contenida y austera que las anteriores.

En general, Cataluña no destaca, en comparación con otras partes de la península, por haber generado un barroco arquitectónico muy pletórico y elaborado. Sin duda, las consecuencias deplorables de los diferentes conflictos bélicos, la van a dejar agotada anímicamente y con pocos medios para llevar a término grandes empresas constructivas[8].

La guerra dels Segadors (1640-1652) marcó gravemente la actividad constructiva de la Lleida de la segunda mitad del siglo XVII. Edificios destruidos que era necesario reconstruir, los conventos que estaban fuera de las murallas de la ciudad fueron arrasados y fue hasta finales del último tercio del siglo cuando la economía permitirá su reconstrucción y ordenación urbana dentro de las murallas. De todas maneras, la calidad de las obras era discreta[9]. No había ni tiempo ni dinero para edificios emblemáticos. La arquitectura empleada en los conventos era pobre, sencilla, de acuerdo con sus reglas, como el convento femenino de San Anastasio, de carmelitas descalzas, con una iglesia pequeña y llena de austeridad arquitectónica, o las primeras obras del convento de Predicadores de Santo Domingo.

La guerra de Sucesión (1707-1714) también dejó en la ciudad una gran secuela política. Felipe V eliminó el régimen participativo municipal de la Paeria, el Estudi General se cerró y la Seu Vella se convirtió en caserna militar por su privilegiada ubicación y valor estratégico. A partir de este momento los arquitectos militares adquirieron un papel predominante y trascendental en las obras del Principado, sobre todo los ingenieros militares franceses, y podríamos afirmar que “ninguna obra importante del siglo XVIII está falta de una relación directa o indirecta con la cultura científica, pragmática y especializada que aportan los ingenieros militares”[10]. En adelante veremos cómo el urbanismo fue controlado por este estamento militar que influyó directamente en la arquitectura del setecientos, a su vez también supervisaban todas las obras públicas[11]. No olvidemos que en 1720 se reinstaló en Barcelona la Real Academia Militar de Matemáticas en el recinto de la Ciudadela, lugar idóneo para adquirir los conocimientos de matemáticas, geometría, nivelamientos. Pero hemos de subrayar la influencia de unos edificios construidos en esta época en Cataluña y que influenciaron profundamente en algunas obras leridanas. Son la capilla de la Ciudadela, obra de Alexandre de Rez, construida hacia el 1727 y la iglesia de San Felipe Neri de Barcelona (1721-52), la Universidad de Cervera (1738) y la Seu Nova de Lleida (1761-1781).

En relación a la arquitectura religiosa desarrollada en las tierras de Lleida en el siglo XVIII, podemos establecer –a grandes rasgos– tres fases o momentos, según el predominio de la componente clásica, supeditada, más o menos, a hibridaciones y alteraciones formales y ornamentales que la enmascaran. Durante la primera mitad de este siglo se exhibió un cierto barroco atemperado o clasicista, como la iglesia de Artesa de Lleida (1735) o de Albatàrrec (1740), con severas fachadas coronadas por frontones triangulares y las portadas de aire clásico, donde también podemos incluir la portada de la nueva iglesia del convento de Dominicos de Lleida (1742). A mediados de siglo y durante todo el tercer cuarto es cuando podemos hablar de la progresiva presencia de unas formas más decididamente barrocas, con un poco más de convicción a la hora de desestabilizar la severa planimetría tectónica de los ejemplos citados anteriormente. Vemos ahora unas soluciones constructivas más sugestivas y dinámicas, bien que fundamentalmente centradas en las portadas –utilizando de forma más libre o herética algunos elementos arquitectónicos del mundo clásico, con tal de romper la planimetría de la fachada y crear juegos de luz y volúmenes–, y en los coronamientos de las fachadas –con sus cimacios o remates superiores curvos y mixtilíneos–, como sucede, por ejemplo, en las fachadas de las iglesias de Seròs (1742), Alcanó (1752), Aitona (1758), Alcarràs (1760-75), Alcoletge (1763) o Maials (c. 1770). No obstante, algunos otros continúan con aquel barroco clasicista o atenuado, como lo vemos en los templos de Rosselló (1756) y Soses (1760).

En el último cuarto del siglo XVIII, con la presencia activa de la Academia de Madrid y la reciente construcción de la nueva catedral de Lleida (1761-1781), nos encontramos un conjunto de obras que basculan entre el denominado barroquismo y un cierto clasicismo académico, que acabó configurando el nuevo estilo neoclásico. Con la fundación en 1752, por parte de Fernando VI, de la Real Academia, el arte neoclásico se convierte en el arte estatal, y velará para que toda producción artística se adecue a las normas y principios del nuevo estilo imperante, eliminando todo elemento ornamental excesivo. Para ello, la Academia se encargó de orientar la composición y el diseño de los edificios, verificar su calidad, ajustar el diseño, etc. El rey Carlos III dictó dos Reales Ordenes de 23 y 25 de noviembre de 1777 firmados por el conde de Floridablanca[12] prohibiendo a los eclesiásticos y a los ayuntamientos llevar a término cualquier obra, religiosa o civil, sin que el proyecto fuera supervisado por la Academia, creándose para este efecto una Comisión de Arquitectura en 1786, encargada de dar el visto bueno de cualquier obra pública, incluso se exigía supervisar cualquier proyecto del mobiliario religioso del interior de los templos[13]. En otra R.O. del 28 de febrero de 1787, además de recordar que solo las Academias de Madrid y Valencia podían conceder títulos de arquitectos o maestros de obras, insta a que los arquitectos y maestros de las capitales y cabildos deban ser académicos, así como que son las Academias las que deben aprobar los diseños de los retablos y obras de templos[14].

La comisión tenía como objetivo examinar las plantas y perfiles, eliminando los excesos decorativos, es decir, los excesos del barroco, siempre condenados por la Academia[15]. En Lleida tenemos los ejemplos de Torrefarrera (Fig. 1), Benavent de Segrià y el fracasado proyecto de Vilanova del Segrià, entre otros. Ciertamente los interiores no eran estilísticamente muy diferentes a los propuestos por la Academia de Madrid, pero sí el diseño –más movido– de las portadas y fachadas. Por esta razón, no es de extrañar que el mismo Carlos Sambricio advirtiera que “sorprende, al estudiar la arquitectura catalana de la segunda mitad del siglo, ver como apenas existen reflejos del saber ilustrado dentro del mundo de la arquitectura. Manteniendo aquellos arquitectos un saber todavía barroco –cuando no desarrollando un extraño gótico– sólo individuos como Soler o Celles, a finales del siglo, desarrollan una labor de difusión del Clasicismo”[16]. De hecho, algunos de los proyectos para la nueva catedral de Lleida fueron realizados por maestros de obras (por ejemplo, José Burria y Francisco Melet) cuyos diseños resultaron no ser más que una continuación del gusto barroquizante, con unas fachadas casi imposibles de ejecutar, que ponen en evidencia la problemática entre “lo proyectado” y lo que realmente resulta “construido”, o factible de construir[17].

Fig. 1. Antonio Losada, iglesia parroquial de Torrefarrena, 1799. Lleida. © Fotografía: Isidro Puig Sanchis.

Otros autores destacan la importancia de los ingenieros militares en la modernización de la construcción en Cataluña durante el siglo XVIII, en parte debido a la separación definitiva entre el diseño y la ejecución arquitectónica[18], aunque desde inicios de la centuria, sin la participación de ingenieros, para la edificación de los nuevos templos parroquiales se confeccionaba una “taba” y sus correspondientes planos y perfiles realizados por un maestro capacitado, que no siempre sería el que definitivamente conseguiría el contrato.

Así pues, a finales del siglo XVIII no había en Lleida, ni en los alrededores, ningún maestro académico del que tengamos constancia, ni de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, ni de la de San Luís de Zaragoza. Por esta razón nos podríamos preguntar cuál era la verdadera capacidad profesional y formación de los maestros de obras que ejercían en la Lleida del siglo XVIII, así como la calidad de las obras ejecutadas. De hecho, en la sesión del 2 de abril de 1807 de la Academia de Madrid, se presentaron los planos para la nueva parroquial de la localidad de La Granja de Escarp, ejecutados por el maestro mayor de la ciudad de Lleida, Pedro Celles, dado que no había “en todo aquel territorio ningún arquitecto aprobado por esta Academia, ni haber querido pasar ninguno de la de Zaragoza porque carecen de las reglas constitutivas del arte”[19].

Estamos en un período en que la Academia madrileña controlaba todos los diseños de cualquier obra que se quería llevar a cabo en el estado. A menudo rechazaba las plantas realizadas por maestros de obras que no tenían el título de académico. Esta exigencia en la ejecución de las trazas y diseños de las numerosas propuestas que les llegaban, estaba fundamentada en el seguimiento de las reglas clásicas de la arquitectura. En este sentido, por ejemplo, se presentaron ocho diseños del maestro Miguel Batiste Miguel a la Academia de Madrid, en la junta celebrada el 11 de octubre de 1787, para la construcción de casas capitulares, prisión, alhóndiga y escuela de chicas de la ciudad de Balaguer, y respondieron “que los dibujos eran reprobables tanto por su mala forma y desarreglo, quanto por la extravagancia de señalarse en ellos con notas por escrito: tal grueso ha de ser mayor, tal puerta ha de ser como la otra, tales ventanas han de caer a plomo etc, todo lo qual es contra la exactitud con que desde luego deben fixarse en los dibujos las medidas y proporciones de la obra”. Finalmente, el designando para la realización de nuevos planos fue el académico Ignacio de Tomás, natural de Cervera (Lleida), “que, como natural del mismo Principado, se arreglará a la práctica y materiales que allí se acostumbran”[20]. Nuevamente, en la junta del 3 de julio del año siguiente, se presentó el pliego de condiciones y el plano de la reedificación de la iglesia de Altet, del Obispado de Urgell, ejecutados también por “Miquel Batiste Miquel, arquitecto de la ciudad de Lérida”. La Junta “no pudo aprobar el dibujo por su disformidad y mala traza”, y propusieron al arquitecto académico Simón Ferrer, residente en Barcelona, la realización de nuevos dibujos[21]. No obstante, los planos de muchas obras civiles y eclesiásticas no pasaron por la Comisión de Arquitectura de la Academia, pues como hemos visto casi siempre eran rechazados si no eran ejecutados por arquitectos académicos, hecho que provocó la actuación al margen del control académico, a pesar de las reiteradas reales órdenes y circulares.

Otro documento interesante es el datado el 22 de julio de 1786. Se trata del permiso que el Ayuntamiento solicita al Consejo “para construir una cloaca maestra en su calle mayor y empedrar esta”. Trabajo tasado por Miguel Batiste y Miguel, que valora la cloaca en 2.971 libras y el empedrado en 2.588, y que firma como “Profesor de Arquitechtura”[22] (Fig. 2). Otra obra importante que ejecutó y proyectó Miguel Batiste fue la “construcción del nuevo Arch, y reparos, que se están construhint, y deuhen ferse en lo Pont mayor de esta ciudad”, después de que la obra saliera a pública subasta el día 7 de agosto de 1791[23]. Sin duda, estamos hablando del “Arco del Puente” que se encuentra ante el Puente Viejo de Lleida (Fig. 3), con pilastras adosadas y frontón triangular. Una obra que fue aprobada, según el plano y perfil presentados al mismo Consistorio, ya sensible a las nuevas propuestas –o no tan nuevas– academicistas[24].

Fig. 2. Firma del arquitecto Miguel Batiste Miguel, 1782. Archivo Municipal (AML), Lleida, reg. 508. © Fotografía: Isidro Puig Sanchis.

Fig. 3. Miguel Batiste, Arco del Puente, 1791. Lleida. © Fotografía: Isidro Puig Sanchis.

Isidro Rogé y la Escuela de Matemáticas

Coincidiendo con los esfuerzos de la Academia de Madrid para controlar la arquitectura de la península, nace en Lleida un intento de creación de una “Escuela de matemáticas: abrasando a más de la Aritmética y Geometría especulatibas y prácticas, la Arquitectura civil y militar, la Hidráulica, y el arte de medir las tierras”. Un hecho interesante, y a la vez sorprendente, en el contexto leridano de finales de la centuria, en pleno apogeo constructivo y con la nueva catedral recientemente concluida.

En la sesión del Consejo General de la Paeria de Lleida, celebrada el 9 de agosto de 1791, se presentó “un memorial de Isidro Rogé Arquitecto de esta ciudad en el que ofrece enseñar los elementos de Arquitectura poniendo en esta ciudad una escuela pública de ella”. El consejo acordó preguntar a Isidro si sería gratuita o pretendía recibir algún salario. Pocos días después, el 19 del mismo mes, el consejo encomendó al Síndico Procurador, Anastasi Pons, la redacción de un informe sobre la conveniencia o no de la implantación de la Escuela de Arquitectura. Finalmente, el informe de Anastasi Pons se presentó a la comisión de la Paeria en la sesión del 16 de diciembre del citado año, se leyó, se aprobó y se acordó enviarlo al Gobernador de la ciudad de Lleida el marqués de Blondel, como así quedó reflejado en la sesión del consistorio el 23 del mismo mes[25].

No tenemos constancia documental de si la propuesta de Isidro Rogé se llevó a cabo, pero sí de un interesante informe sobre la realidad de la arquitectura en la Lleida de esta época, quizás redactado por el mismo Pons. En pocas líneas expone la situación constructiva de la Lleida de finales del siglo XVIII, resultado de una centuria con una población necesitada de nuevas construcciones por el aumento demográfico, así como de urgentes reedificaciones por los efectos destructivos de las guerras.

De hecho, un informe anterior presentado a la Paeria el 20 de octubre de 1790 por los maestros Pedro Celles y José Tarragó, visores del consistorio, exponían el número total de casas que había en Lleida entre 1780 y 1790: “las casas nuevas hacienden al número de ciento, y días y siete, y las rehedificadas a dos cientas diez y nueve”[26]. Desde el punto de vista demográfico un censo de 1718 daba a Lleida 2.273 habitantes, mientras que el del conde de Floridablanca (1789) la censó en 10.390. Durante el siglo XVIII el Principado duplicó su población, pero Lleida la cuadruplicó. A comienzo del setecientos Lleida era la ciudad doceaba en número de habitantes, y en 1787 la tercera, detrás de Barcelona y Reus[27].

Es obvio que Lleida necesitaba crecer, necesitaba edificar. Este aumento de la población, la reactivación económica y la mejora de su poder adquisitivo, así como la necesidad de reconstruirse tras la derrota en la guerra de Sucesión, favorecieron la edificación –tal vez apresurada– y el incremento de los maestros de casas en la ciudad.

Continuando con la situación de la Lleida del setecientos reproducimos otro fragmento del informe de Anastasi Pons, del 20 de octubre de 1790, que es muy significativo y aclaratorio de lo que estamos comentando:

Sus muchas las obras de construcción que se están trabajando, por haberse aumentado notablemente su vecindario, y por la notoria actividad y zelo del E. S. Marqués Blondel nuestro actual Gobernador, no solamente consideramos mui oportuna la gracia que se solicita, sino que no puede de dejar de interesarnos vivamente su logro; porque si bien se verdad que desde que se construyó la nueva Cathedral se han hecho algunos progreses en la Arquitectura; pero se mucho lo atraso que se experimenta en la decoración, gentileza, solidés, y buena distribución de las partes arquitectónicas de los edificios; de aquellas partes que según los verdaderos inteligentes en las bellas artes se acercan más a las sencillés y magnificencia griega y romana, que es la que constituye el buen gusto[28].

Quisiéramos remarcar tres puntos; por un lado, el interés que muestran por la Escuela de Matemáticas que Isidro Rogé pretendía crear; en segundo lugar, la conciencia que tienen del “atraso”, en todos los sentidos, que sufre la arquitectura de la ciudad; y finalmente, la constatación evidente de las directrices arquitectónicas y estilísticas imperantes en esta época, la magnificencia griega y romana, una vuelta al clasicismo que la crítica, en general, ha consensuado nombrar neoclasicismo.

Otro fragmento que quisiéramos mencionar del citado informe de Isidro Rogé es la situación profesional de los maestros de casas de finales del siglo XVIII, en el que se expone que:

Sólo son quatro o cinco los maestros que ayudados de su talento y de algunos principios de Mathemática, que ellos mismos con bastante trabajo han adquirido entienden un poco este arte; pero estos maestros son ya mui viejos, y cuando lleguen a faltarnos quedaremos cono una turba de peones de albañileria que apenas saben construir un tabique como lo pruevan las repetidas quexas que continuamente dan a este Ayuntamiento muchos dueños de casas, que han recomendado la edificación o reedificación de las suyas a semejantes operarios quedando cono sensible escarmiento en su confiansa: todo lo cual sucede por la mucha ignorancia que hai en la nivelación o delineación, que son partes esenciales de la Geometría sin la cual aunque no sea más que la elemental no se puede saber bien, ni aún el simple arte de albañil[29].

Una situación realmente preocupante. La propuesta de la Escuela era la enseñanza, además de matemática, de aritmética y geometría especulativas y prácticas, arquitectura civil y militar, hidráulica y la agrimensura. El Ayuntamiento estaba de acuerdo, pero por el buen funcionamiento entre las instituciones involucradas, sobre todo respecto al gremio de maestros de obras, deberían de incorporar a sus ordenanzas los siguientes puntos fundamentales: que no se podría obtener el título de “Mestre” sin dos años de Escuela; otro era el control “en quanto al método de enseñar se arreglará a lo que dispusiere este Ajuntamiento”; un tercero era que el consistorio reservaría uno de los lugares de agrimensor y visor al maestro de la Escuela; y en cuanto al periodo de clases se impartirían desde el mes octubre hasta abril, cuando el día era más corto. Por lo tanto, podemos observar cómo el Ayuntamiento quiere tener el control de la enseñanza, pero sabe que el poder del gremio era todavía bastante fuerte y consistente, o al menos era la vía más común de aprendizaje, por eso pide al gremio que modifique sus reglas de ordenación interna y que acepte el nuevo sistema de otorgamiento de títulos, única forma de llevar a cabo dicha iniciativa.

No tenemos constacia de que finalmente se hubiera establecido esta Escuela, muy probablemente había intereses ocultos en que este tipo de enseñanza quedara relegado a las academias. No obstante, hay que valorar la iniciativa de Roigé, pues se adelantó a la polémica entre los arquitectos y el matemático Antonio de Varas, entre 1792 y 1793, que proponía una formación más científica del arquitecto, fundamentada en el aprendizaje de las matemáticas, la física, perspectiva, geometría y la química, ante el exceso del dibujo.

La familia de los Rogé

Centrémonos ahora, brevemente, en la figura de Isidro Rogé y su familia, de quién era como hombre y como profesional. Si bien es cierto que fue Isidro el maestro arquitecto más relevante de su saga, también formaron parte del mismo gremio su padre y hermano, ambos de nombre José. El apellido de Isidro aparece documentado de varias formas: Roigé, Roger o Roché (Fig. 4), pero el más habitual es Rogé.

Fig. 4. Firma de los Rogé, 1760. Archivo Histórico (AHL), Lleida, reg. 510. © Fotografía: Isidro Puig Sanchis.

Anotamos, a continuación, las referencias documentales conocidas a día de hoy de esta familia, así como sus actividades profesionales. En primer lugar, deberíamos preguntarnos ¿quién era este Isidro Rogé que propuso al municipio la creación de esta Escuela de Matemáticas?

Isidro Rogé Barrahondo (Lleida?, c.1736 - c.1810) era el hijo mayor del maestro de obras José Rogé (1711- c.1774) y de Llorensa Barrahondo. La primera noticia que conocemos de la familia Rogé es del 7 de febrero de 1739, cuando José y Llorensa bautizaron a su segundo hijo José[30].

Gracias a una relación extrajudicial realizada por José y su hijo Isidro, ya entonces maestro de obras, en relación a la consolidación y refuerzo de unas paredes medianeras, afirmaban que José tenía unos 49 años e Isidro 24[31]. Por lo tanto, José habría nacido en 1711 y su hijo en 1736.

El 24 de mayo del mismo año 1747, comparecieron Francisco Santamaría y José Rogé como visores de Lleida, para “visurar, reconocer, y mirar el valor, y estimación, que tenga la pared mediera entre las dichas casas de Jayme Viñals y Antonio Atanasio”, porque quería aumentar la altura de la pared y se cuestionaba la necesidad de cerrar, o no, dos ventanas que Atanasio había abierto años atrás[32]. Esta colaboración entre Santamaría y Rogé debió ser profesionalmente fructífera, y seguro que familiar, dado que el 9 de septiembre de 1771 contrajeron matrimonio, en la catedral de Lleida, José Rogé, menor, el hermano de Isidro, y Teresa Santamaría, hija de Francisco Santamaría[33].

Unos años antes Isidro se había casado, en 1758, con Francisca Martínez, natural de la localidad valenciana de Massamagrell, e hija del labrador Pedro Martínez y Vicenta Carbonell. Fue el 30 de junio del citado año cuando firmaron el contrato matrimonial, por el cual los padres de Isidro lo nombran heredero universal, reservándose los progenitores 175 libras –100 para su libre disposición en el momento de testar, 25 para su hijo José y las 50 libras restantes para su hija Antonia–. Por su parte, Francisca aportó como dote 50 libras, que le fueron otorgadas por su tío, D. Carlos Carbonell, presbítero y cabiscol del coro de la catedral de Lleida, por haber estado Francisca en su casa cuidándolo[34].

El 26 de noviembre de 1764, Isidro Rogé y Jaime Puy, consiguen adjudicarse la construcción de unos corrales para ganado en el término de El Pedrís, cerca de Balaguer. La subasta fue realizada a través del notario José Roca, como procurador general de D. Francisco de Cahor, Gran Cruz de la Orden y Milicia de la Sagrada Casa y Hospital de San Juan de Jerusalen, Gran Prior de Cataluña y Comendador de Barcelona. Uno de los fiadores era su padre, José Rogé. El 26 de noviembre Isidro y Jaime firman una apoca de la primera paga de 228 libras, 6 sueldos y 8 dineros[35].

La última noticia conocida de Isidro Rogé lo da por fallecido en 1810, como consecuencia de la entrada de las tropas francesas en Lleida, el 14 de mayo. Parece que consta su nombre en alguna lista de los vecinos que fallecieron en las calles de Lleida[36].

Hasta aquí los datos biográficos y profesionales de la familia Rogé, tanto de Isidro, como de su padre y hermano. Quedaría por plantearse ¿cuál debió ser la formación recibida por Isidro para llegar a proponer al Ayuntamiento la creación y dirección de la mencionada “Escuela de Matemáticas”? De la misma manera que también nos resulta interesante la firma de Miguel Batiste Miguel, como “Profesor de Arquitectura y Visor de la Ciudad de Lleida”, el 12 de febrero de 1786, en relación con los documentos de la iglesia de Albesa[37] (Figs. 5-6).

Fig. 5. (arriba) Miguel Batiste, vista de la Alhóndiga, finales del siglo XIX, Lleida. Archivo Municipal (AML); (abajo) Plano de la Alhóndiga, 1766. Lleida. © Fotografías: Isidro Puig Sanchis.

Fig. 6. Agustín Biscarri y José Rogé, Planta, alzado y perfil de la iglesia parroquial de Albesa (Lleida), ca. 1786. Archivo Histórico Nacional (AHN), Madrid, Consejos, MPD. 2179r. © Fotografía: AHN.

Por lo que respecta a la formación que pudo recibir Isidro, es una incógnita. Tenemos, eso sí, algún caso con más referencias, como el de Antonio Celles, nacido en Lleida en 1775, cuyo padre también era maestro de obras. Celles, con 12 años, ingresó en el colegio de Escolapios de Barbastro y en 1790 marchó a Madrid para continuar sus estudios de arquitectura en la Academia con el profesor Antonio Vargas, convirtiéndose en uno de los primeros arquitectos catalanes titulados por la Real Academia de San Fernando de Madrid, que obtuvo en 1803[38] –antes Josep Prat Delorta e Ignacio de Tomás (1774) y Domingo de Tomás (1786)–. Sin embargo, de Isidro Rogé no tenemos noticia alguna, ni documento que nos pueda orientar de cómo obtuvo los conocimientos adecuados para llegar a plantear la citada Escuela de Matemáticas.

Una opción, poco probable, sería que durante algunos años hubiera acudido a la Real Academia Militar de Matemáticas, ubicada en el recinto de la Ciudadela de Barcelona, fundada en 1700 pero reabierta en 1720. Pero los alumnos eran militares, caso, por ejemplo, de Antonio Sangenís, ingeniero militar, natural de Albelda (Huesca)[39]. Otra posibilidad sería su desplazamiento a Zaragoza, donde se instauró la Escuela de Matemáticas en 1780 y la Escuela de Dibujo en 1784, germen años más tarde de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis (1792).

En relación a la edificación de la iglesia parroquial de Torrefarrera (Lleida), en 1793 (Fig. 7), se escogió a Isidro Rogé como maestro “instruido en la arquitectura civil”, aunque finalmente la Academia decidió que fuera diseñada por el arquitecto Antonio Losada[40]. Nada más sabemos sobre los posibles conocimientos técnicos de Isidro. No creemos que su caso sea como el de aquellos maestros que comenta él mismo en su informe, cuando reconoce el talento de algunos maestros de Lleida, ya mayores, conocedores de algunos “principios de Mathemática, que ellos mismos con bastante trabajo han adquirido”.

Fig. 7. Isidro Rogé, Planta, alzado y perfil de la iglesia parroquial de Torrefarrera (Lleida), ca. 1793. Archivo Histórico Nacional (AHN), Madrid, Consejos, leg. 22.803. © Fotografía: AHN.

Apéndice documental

1791, diciembre, 23 (?) - Lleida

Propuesta del arquitecto Isidro Rogé para crear una Escuela de Matemáticas municipal en Lleida

AML, Actas, 1791, [sign.513], fol. 187r-192 (documento insertado)

[…] Primeramente, que el Maestro Isidro Roche no pueda exigir de sus discípulos más salario mensual que el de dos pesetas, si son mancebos del gremio mismo de albañiles, y si son jóvenes de distinto estado o gremio un duro en plata, pues de este modo podrá costear todo lo que se gaste en común en la escuela, como luzes, papel, lápiz y los instrumentos necesarios para explicar; no puede negar a nadie la entrada en su Escuela.

2. Nadie pueda recibirse de Maestro en el gremio de albañiles de esta ciudad, que no haya asistido un par de años en la sobredicha Escuela; con el bien entendido, que este capítulo no tendrá fuerza hasta que hayan pasado dos años, los que se empesaran a contar desde primero de octubre próximo pasado.

3. Las agregaciones al gremio o recepciones de Maestros se han de suspender por todo el año de 1792, y después los que quieran entrar al gremio, han de presentar antes de su admición a los mayorales un ceritificado de Roche, de como han asistido dicho año de 92 a la escuela este certificado se ha de presentar también a los mismos, en adelante de los dos años que se mencionan en el capítulo 2º.

4. El Maestro Roche ha de jurar antes de abrir la Escuela, que mientras pueda no se apartará de su enseñansa, que observará todo quanto se previene en estos capítulos; y que en quanto al método de enseñar se arreglará a lo que dispusiere este Ajuntamiento.

5. El gremio se ha de obligar a poner otro en lugar de Roche, siempre y quando este no pueda enseñar por ausensia, enfermedad, o muerte; debiendo el gremio proponer tres maestros al Ayuntamiento, para que este elija el más capaz: con el bien entendido, que dicho empleo ha de ser perpetuo, y sujeto al Ayuntamiento.

6. No solo el Maestro Roche, sino todos los que después de el obtengan dicho empleo, han de ser siempre examinadores natos del gremio por lo que toca a las Mathemáticas; de cuyas disciplinas se ha de preguntar a todos los pretendientes a la plaza de Maestros en su examen: al mismo tiempo el Ayuntamiento conferirá también a los sobredichos Roche y sus succesores uno de los dos empleos de visor, y agrimensor, que suele conferir a otros sujetos.

7. No solamente el suplicante sino también sus succesores, estarán obligados a enseñar desde primero de octubre hasta último de abril, dos horas todas las noches guardando los días de fiesta que no son de trabajo.

Esto es quanto debe exponer a V. E. este Ayuntamiento; no solamente para favorecer las buenas intenciones del suplicante en lo que recibirá el público un gran bien; sino para evitar las falsificaciones de tantas obras, de las que contínuamente hai repetidas quexas; y la distracción de tantos jóvenes, que por las noches largas y días de fiesta de invierno se entregan a toda suerte de vícios: por todo lo qual suplica a V. E. que atendido lo que llevo expuesto, y el acreditado mérito del suplicante; que se aprueve dicha enseñansa de matemáticas, que se conseda al Maestro Roche el permiso y el correspondiente título para plantificar su Escuela pública; y que se mande al gremio de albañiles, para la mayor solidez de este establecimiento, que inserten dichos capítulos en sus ordenanzas, y que los observen puntualmente; en lo que se recibirá merced.

Referencias

Fuentes documentales

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[1] Delfín Rodríguez Ruíz, “Arquitectura y ciudad,” en Carlos III y la Ilustración (Madrid: Lundwerg, 1988), 319.

[2] Cèsar Martinell, La Escuela de la Lonja en la vida artística barcelonesa (Barcelona: Escuela de Artes y Oficios Artísticos, 1951); Magín González Rovira de Villar, “La enseñanza de la arquitectura en España: notas para la historia de la arquitectura legal,” Cuadernos de Arquitectura, no. 6 (1946): 249-257.

[3] Joan Ramón Triadó, L’època del barroc. S. XVII-XVIII, vol. V de Història de l’Art Català (Barcelona: Edicions 62, 1984), 156.

[4] Alfonso Rodríguez de Ceballos, El siglo XVIII. Entre tradición y academia (Madrid: Sílex, 1992).

[5] Marià Carbonell Buades, “L’Escola del Camp i el classicisme tardà a Catalunya,” en L’escola del Camp i l’Arquitectura del Renaixement a Catalunya (Barcelona: Fundació Caixa Barcelona, 1990), 15. En el caso de Lleida conocemos el inventario del maestro de obras Anastasio Gassol, de 1692, donde consta “un llibre del ofici de mestre de cases gran dit Vinyola”: Notario José Monhereu, Inventaris 1674-1706 sign. 824, fol. 402, Archivo Histórico (AHL), Lleida.

[6] Joaquin Garriga y Joan Bosch, “L’arquitectura i les arts figuratives dels segles XVI-XVII,” en Renaixement i Barroc. Segles XVI-XVII, vol. II de Història de la Cultura Catalana (Barcelona: Edicions 62, 1997), 193-238. Es muy interesante el epígrafe “Els dos primers terços del s. XVII: la traducció de les maneres tardorenaixentistes”, 232-234, donde se coincide en buena parte con las ideas que estamos proponiendo aquí.

[7] Cfr. Carmen Berlabé, Eduardo Carrero, y Francesc Fité, “El nártex de la puerta de los Apóstoles de la Seu Vella de Lleida. Nuevas aportaciones al conocimiento de una obra polémica,” Boletín del Museo e Instituto “Camón Aznar”, LXXX (2000), 5-24.

[8] Fernando Chueca Goitia, Barroco en España, vol. VII de Historia de la Arquitectura Occidental (Madrid: CIE Inversiones Editoriales Dossat 2000, 2002), 90. Cfr. La ajustada idea de Santiago Alcolea, “L’època barroca (1625-1775),” en Dolça Catalunya. Vol. XVII: L’art a Catalunya, Vol. I. Gran Enciclopedia temàtica catalana (Barcelona: Nauta, 1983), 191.

[9] Cfr. Carmen Narváez, “Els convents dels carmelites descalços a les terres de Lleida,” Seu Vella. Anuari d’Història i Cultura, no. 3 (2001): 440-441.

[10] Josep Maria Montaner, “Presentació,” en Josep Mora Castellà, La construcció a Catalunya en el segle XVIII. La Universitat de Cervera com a paradigma de l’arquitectura dels enginyers militars (Lleida: Biblioteca de Cervera i la Segarra, Sèrie Tibau, 1997), XII.

[11] Triadó, L’època del barroc, 140-141.

[12] Juan José Martín González, “Comentarios sobre la aplicación de las Reales Órdenes de 1777 en lo referente al mobiliario de los templos,” Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología: BSAA, t. 58 (1992): 489-496.

[13] Claude Bédat, L’Académie des Beaux-Arts de Madrid (1744-1808) (Toulouse: Universidad de Toulouse-Le Mirail, 1974), 332.

[14] R.O. circular de S.M. firmada en El Pardo, el 28 de febrero de 1787. Un ejemplar firmado por Floridablanca y dirigido al obispo de Lleida se conserva en el Archivo Diocesano de Lleida, Legajo 62gr, así como la respuesta fechada el 22 de marzo. Sobre el sistema reformista de Floridablanaca véase: Juan Hernández Franco, “Floridablanca entre la reación y la revolución (1787-1792),” Estudios románicos, no. 6 (1987): 1659-1672 o el catálogo de la exposición Cristóbal Belda, coord, Floridablanca: 1728-1808: la utopía reformadora (Murcia, Comunidad Autónoma de la Región de Murcia: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Ayuntamiento de Murcia, Fundación Cajamurcia, 2008). Publicado en conjunto con una exhibición del mismo título, organizada y presentada en la Sala San Esteban y Centro Cultural Las Claras en Murica, 22 de septiembre de 2008-8 de diciembre de 2008, y en la Real Academia de San Fernando de Madrid, 22 de diciembre de 2008 -22 de febrero de 2009.

[15] George Kubler, Arquitectura de los siglos XVII y XVIII, vol. XIV de Ars Hispaniae (Madrid: Plus Ultra, 1957), 172.

[16] Carlos Sambricio, La Arquitectura Española de la Ilustración (Madrid: El Autor, 1986), 330. Los arquitectos mencionados son Antonio Celles Aznona y Juan Soler Faneca.

[17] Frederic Vilà, La catedral de Lleida (Lleida: Editorial Milenio, 1991), 41-44, 196-199. El autor analiza los planos de Burria y Melet, calificando la cúpula del primero como desproporcionada, de escasa habilidad, de desconocimiento de las técnicas representativas, de escesivo decorativismo, falta de proporcionalidad; y la propuesta de Melet de soluciones pintorescas, algo exóticas y de difícil ejecución.

[18] Josep Maria Montaner y Josep Mora, “La Universitat de Cervera: anàlisi d’un edifici paradigma de l’arquitectura del segle XVIII a Catalunya,” Miscel·lània Cerverina, no. 3 (1985): 140.

[19] Comisión de Arquitectura, Libros de Actas, año 1807, Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (ARABASF), Madrid.

[20] Juntas de la Comisión de Arquitectura de la Real Academia de San Fernando desde su fundación en 22 de marzo de 1786 hasta fines de 1805, fol. 72r, ARABASF. Sobre Miguel Batiste y Miguel, así como la intervención de Ignacio de Tomás en Lleida, consúltese Isidro Puig, “D’arquitectura i mestres de cases a la Lleida del segle XVIII: Els Batiste,” Urtx. Revista Cultural de l’Urgell, no. 17 (2004): 233-285 y también sobre de Tomás: M.ª Dolores Rincón Millán, “El Arquitecto Ignacio de Tomás y Fabregat (h. 1744 – 1812)” (tesis doctoral, Universidad de Sevilla, 2017).

[21] Juntas de la Comisión, fol. 93v, ARABASF; Maria Garganté, Arquitectura religiosa del segle XVIII a La Segarra i L’Urgell. Condicionants, artífexs i pràctica constructiva (Barcelona: Fundació Noguera, 2006): 287.

[22] Actas, 1786, reg. 508, Archivo Municipal (AML), Lleida.

[23] Notario Mariano Hostalrich, 1792 sig. 651, fol. 92v-94v, AHL.

[24] Sería interesante mencionar brevemente, dado que no podemos extendernos en este tema, la presencia de los tracistas y maestros de obras religiosos en el Obispado de Lleida, cuyo papel fue bastante relevante en esta época, sobre todo en la ejecución de trazas para las obras de sus conventos o iglesias parroquiales. Citar ejemplos como el de fray José de la Concepción (carmelita descalzo); el padre fray Atanasio Aznar, religioso de la orden de San Francisco y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid (visuró en 1759 la iglesia de Estadilla, Aragón); o el del hermano Andrés de la Virgen del Pilar, religioso de las Escuelas Pías (Zaragoza), que en 1774 visuró el templo de Menarguens (Lleida: notario Mariano Hostalrich, 1778 sign. 643, fol. 42-44, AHL); sin olvidar la exitosa obra de fray Lorenzo de San Nicolás (Arte y Uso de Arquitectura, de dos volúmenes, publicados en Madrid, en 1633 y 1665): Carmen Narváez, “Fra Josep de la Concepció i l’arquitectura carmelitana a Catalunya” (tesis doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona, 2000); Isidro Puig, “Los Burria. Maestros alarifes aragoneses en la Lleida del siglo XVIII,” Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, no. 94 (2004): 346-347.

[25] Actas, 1791, reg. 513, 42r, 44v, 60v-61r, 153r respectivamente, AML.

[26] Actas, 1790, reg.512, 137, AML: “que haviendo pasado a reconocer las casas y edificios que nuevamente se han levantado en esta ciudad desde el año mil setecientos ochenta hasta el día de oy, y las que desde el mismo tiempo hasta el día de la fecha se han rehedificado en ella hemos visto y reparado que las casas nuevas hacienden al número de ciento, y dies y siete, y las rehedificadas a dos cientas diez y nueve, sin incluhir la nueva Iglesia del Carmen Calsado, y la que se está levantando en el colegio de la Merced, los dos espaciosos mesones uno del comun, y otro del Dr. Thadeo Soler, ni las costosas obras de los conventos de Sto Domingo, y del Carmen Descalzo, y Arrecife, caminos públicos, y paseo de la Puerta de Boteros a la de Sn. Anton”.

[27] Ramona Huguet, Els artesans de Lleida: 1680-1808 (Lleida: Pagès Editors,1990), 22-23 y “La vida familiar dels artesans a la Lleida moderna: els Gassol, uns mestres de cases,” en Historia Moderna, Historia en construcción. Sociedad, Política e Instituciones, ed. Carlos Martínez Shaw (Lleida: Ed. Milenio, 1999), 2:145; Lluïsa Pla y Àngels Serrano, La Societat de Lleida al set-cents (Lleida: Pagès Editors 1995), 86-87.

[28] Actas, 1791, reg.513, 187r-188, AML (documento insertado).

[29] Actas, 1791, 188-189, AML.

[30] Bautismos, 1732-1770, 48, Archivo Capitular (ACL), Lleida.

[31] Notario José Castelló, 1760, sign. 510, 28-30, AHL.

[32] Notario José Castelló, sign. 497, 54r-57r, AHL.

[33] Matrimonios, 1664-1784, 189v, ACL.

[34] Notario Jacinto Gigó, 1758, sign. 616, 367r-370r, AHL.

[35] Notario José Pocorull, 1764, sign. 919, 96r-100r, AHL.

[36] Antonio Sánchez Carcelén, “Guerra total: Lleida i els napoleònics,” Annals de l’Institut d’Estudis Gironins, no. 51 (2010): 428. Isidro Rogé aparece como uno de los fallecidos domiciliados en la parroquia de Santa María Magdalena. Esta información no ha podido ser verificada en el Archivo Diocesano de Lleida, donde se encuentran los fondos citados por Carcelén, pues sus referencias, parece, no son precisas.

[37] Consejos, Leg. 22618, 158, Archivo Histórico Nacional (AHN), Madrid.

[38] Joan Bassegoda Nonell, “Vida y obra del arquitecto Antonio Celles Azcona (1775-1835),” Academia: Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, no. 88 (1999): 19.

[39] Jorge Galindo Díaz, “La enseñanza de la perspectiva como parte de la fortificación en el siglo XVIII: el caso de la Real Academia de Matemáticas de Barcelona,” Varia Historia 24, no. 40 (2008): 465-482, https://doi.org/10.1590/S0104-87752008000200008; y M.ª Ángeles Velamazán, “Revisión de la formación y la aportación matemática del ingeniero militar Antonio Sangenís (1767-1809),” Llull: Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas 38, no. 82 (2015, 2º sem.): 371-397.

[40] “Estimando la Comisión por arreglada esta última pretensión, mayormente no conociendo arquitecto alguno de conocida suficiencia para acceder a la primera solicitud, nombró al Académico arquitecto dn. Antonio Losada, previniendo que presentase este para las correcciones necesarias a la misma Junta la demostración de la obra en borrador, y después los planos en limpio para su aprobación final, no habiendo ocurrido reparo en que dirija la execución del proyecto el profesor que delineó los primeros planos siempre que sea tan buen práctico como expone el procurador”: Juntas de la Comisión, 242, RABASF. Véase también Inocencio Cadiñanos, “Documentos para la Historia del Arte en la Corona de Aragón. II. Principado de Cataluña,” Boletín Museo e Instituto “Camón Aznar” de Ibercaja, no. 96 (2005): 41-246.