RESEÑA

Revista de Historia del Arte, nº 29 (2023): 523-526 eISSN: 2659-5230. https://doi.org/10.46661/atrio.8749

Boone, M. Elizabeth

España y América. Construcción de la identidad en las exposiciones internacionales (1876-1915)

Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica y Center for Spain in America, 2022, 320 págs. (traducción de Juan Santana Lario, versión original inglesa editada por The Pennsylvania State University, 2020)

ISBN 978-84-18760-07-5

Identidad nacional, ya sea real o imaginada; presencia de España en América, tanto pasada como presente; diferencias regionales e internas, en España, Estados Unidos y América Latina; todo ello con un discurso basado en las exposiciones internacionales es lo que nos presenta M. Elizabeth Boone, catedrática de la University of Alberta, en España y América. Construcción de la identidad en las exposiciones internacionales (1876-1915). La lectura de temas tan complejos, expuestos de manera rigurosa, detallada y podríamos decir que incluso amena, nos invita a reflexionar sobre la contribución de las exposiciones internacionales en la construcción de las identidades nacionales.

Tras una introducción en la que quedan muy bien definidas las ideas que sustentan su trabajo, el libro se compone de cinco capítulos. En ellos Boone analiza, de manera cronológica, las siguientes exposiciones: la de Filadelfia de 1876, las de Barcelona y París, de 1888 y 1889, respectivamente, la de Chicago de 1893, las de Argentina, Chile y México de 1910, y las de San Francisco y San Diego de 1915.

En el primer capítulo, “La invención de América en el Centenario de Filadelfia de 1876”, la autora refleja la pobre participación española en dicha conmemoración y el escaso interés que despertó en sus visitantes. Los lectores comprenden la imagen preindustrial, acorde con el famoso atraso del país tan del gusto de ciertos públicos, que acabó transmitiendo España, al centrar su exposición más en sus materias primas que en sus avances industriales. Comprenden, también, el desarrollo de la “invención de América” como relato único y reduccionista gracias al análisis que hace Boone de los cuadros históricos expuestos. Es el caso, por ejemplo, de Desembarco de los puritanos en América de Antonio Gisbert y la incomodidad que despertó en los críticos estadounidenses. La autora relaciona este hecho con el Colonial Revival, “una versión simplificada de la historia”, que silenció el papel de España y de otros estados no ingleses en la construcción de lo que sería Estados Unidos. “El hecho de que un artista español –afirma Boone– representara y, por extensión, controlara la interpretación de este momento de la historia angloamericana podía complicar la construcción de dicha historia”.

Doce años después se celebró en Barcelona la exposición de 1888. Esta y la de París del año siguiente son las que Boone analiza en el segundo capítulo “Definición (y defensa) de España en Barcelona y París, 1888 y 1889”. En él nos sumergimos en los complejos relatos que conforman las imágenes de España presentadas ambos años. Complejos por el papel que jugó la diversidad regional del país, puesto que “la historia que se presenta como homogénea –expone Boone– puede ser fácilmente comprendida y aceptada; la complejidad requiere más trabajo”. Como ejemplos de esa diversidad regional están los comentarios sobre las pinturas expuestas en Barcelona donde se reflejaban las diferencias entre las hechas en Madrid, de corte académico y con temas históricos, de las realizadas en Barcelona, basadas en el realismo, el paisaje, la vida cotidiana y la influencia del arte francés. Junto a ello, de nuevo apareció la imagen de un país centrado en su pasado y contrapuesto a la modernidad de la república francesa en el análisis que nos ofrece de la participación española en la exposición de París de 1889. Así lo evidencia el hecho de que la muestra española diera la impresión de ser un lugar exótico y africano a pesar de que los productos y espectáculos provenían de toda España. Además, muchos de los cuadros enviados por España no recibieron elogios en Francia y sirvieron para reforzar los estereotipos. De hecho, como leemos en el libro, el único que recibió la medalla de honor fue Una sala de hospital durante la visita del médico en jefe de Luis Jiménez Aranda, una pintura de la vida moderna como las que les gustaban a los franceses.

Tras las muestras europeas expuestas en el segundo capítulo, el tercero, “La marginación de España (y el abrazo a Cuba) en la Exposición Colombina de Chicago de 1893”, vuelve su mirada a Estados Unidos con la conmemoración del cuarto centenario del viaje de Cristóbal Colón. La celebración de este acontecimiento es presentada por Boone como la “ocasión perfecta” para mostrar una historia común entre Estados Unidos y España. Sin embargo, la autora nos demuestra que el “elemento español” de la identidad estadounidense quedó, nuevamente, marginado. Al analizar los pabellones de España y de otros países, así como los objetos expuestos, Boone nos explica que los españoles concentraban sus esfuerzos en dar a conocer el pasado y el presente del país, con la construcción de edificios a semejanza de la Bolsa de la Seda de Valencia o del claustro de San Gregorio de Valladolid en los que se exponían objetos antiguos, pero también imágenes de edificios contemporáneos o productos derivados del tabaco. Y mientras los españoles se preocupaban por una mirada en la que aunar lo antiguo con lo moderno, los estadounidenses solo resaltaban el pasado español al construir la réplica del monasterio de La Rábida, o al comparar las tres carabelas de Colón con la “fortaleza militar de Estados Unidos” en el momento de la exposición. Del mismo modo, se siguió mostrando una imagen de España variada y, aunque estados como Florida, Texas o California aludieron a España en sus pabellones, el relato nacional único del Centenario de Filadelfia siguió prevaleciendo. La exposición de Chicago estuvo marcada, además, por dos hechos expuestos por Boone. Por un lado, la desaprobación de la élite de Chicago al comportamiento de la infanta Eulalia, que había visitado la exposición. Y, por otro, la conflictividad entre España y Cuba. Respecto a esto último, en Estados Unidos se aludió a Cuba y Puerto Rico como naciones soberanas y se expuso el cuadro Embarque de Colón por Bobadilla del cubano García Menocal en el que se muestra una historia escasamente representada en España porque en este país y en Cuba tenía significados diferentes.

En el cuarto capítulo, “La reafirmación de España en América durante las Exposiciones del Centenario de 1910”, Boone se centra en América Latina y en las celebraciones del Centenario en Argentina, Chile y México. Al contrario de lo que había ocurrido en Estados Unidos, en estos países había una mayor identificación con España. Ya fuese por los inmigrantes españoles que hubiese en ellos o por la influencia de las bellas artes allí, “los españoles –afirma Boone– estaban en condiciones de reafirmarse en América”. Los lectores podemos entenderlo así con el ejemplo del arte. En Argentina pintores como Zuloaga o Anglada Camarasa se alejaron de las representaciones de escenas francesas y modernas, que habían gustado en otros eventos, para acercarse a las costumbres españolas. Además, ofrecieron imágenes del país distintas de las centradas en Andalucía que se habían visto en otras conmemoraciones. Igual sucedió en Chile, donde se defendía el arte moderno español y la herencia que les había supuesto en contraposición al francés. Esa reafirmación española fue más complicada en México por las poblaciones indígenas y mestizas, sin embargo el arte español enviado a la exposición sirvió de aliciente para el desarrollo del arte mexicano, a pesar de las críticas del muralista José Clemente Orozco a que las autoridades mexicanas sufragasen la exposición de arte español.

Finalmente, en el quinto capítulo, “La utilización de España para invisibilizar a los mexicanos en las ferias de California de 1915”, la autora se centra en las ferias de San Francisco y San Diego. En ellas el componente español estuvo más presente a pesar de que el gobierno español no participó oficialmente, lo que dio libertad a los organizadores de ambos eventos para mostrar el pasado español de California. Boone nos muestra cómo en San Francisco la presencia española se notó en la escultura, aunque con personajes como Hernán Cortés y Pizarro asociados a la Leyenda Negra; y también en la arquitectura, pero empleando el plateresco y torres asemejadas a la Giralda que acababan siendo descritos como italianos o franceses. En San Diego, en cambio, la presencia española fue más palpable, aunque fuese de manera idealizada o romántica, gracias a la influencia de la novela Ramona. Aquí, la autora nos explica que la arquitectura tomó como fuente de inspiración el Barroco, una arquitectura colonial española que permitía al visitante acercarse a una historia de Estados Unidos distinta a la mostrada anteriormente. Pero como nos demuestra Boone en su análisis, “la fantasía española de California”, al mismo tiempo, obvió la identidad mexicana del suroeste del país. Hecho que es significativo, pues la autora quiere recalcar que Estados Unidos es una “nación progresista, positiva y plural” con un componente español, mestizo e indígena relevante.

España y América. Construcción de la identidad en las exposiciones internacionales (1876-1915) es, en definitiva, un completo y profundo relato sobre las exposiciones y lo es, precisamente, por cómo M. Elizabeth Boone consigue transmitir, no solo cómo se organizaron, los pabellones construidos o los elementos expuestos, sino también cómo se fueron construyendo las identidades nacionales, que en realidad son múltiples, complejas y contradictorias, en el contexto de esos eventos.

Victoria Sánchez Mellado

Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España

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