Del laboratorio al mercado: 8) Formación a medida
Por: Amalio Rey
Éste es el octavo y penúltimo post del seriado “del laboratorio al mercado”, en el que vengo reseñando el amplio menú de opciones que tienen los grupos de investigación para transferir conocimiento al tejido empresarial.
Si quieres conocer los títulos de todas las entradas anteriores, échale un vistazo al post-7 del seriado.
Pues nada, siempre digo que el camino más factible y expedito para que los investigadores universitarios consigan colaborar con un buen socio empresarial “entra primero por el aula”.
En efecto, las actividades de formación son una opción muy eficaz para exportar conocimiento desde el laboratorio y ponerlo en manos de quienes innovan, que son empresas. Esto es así porque las empresas sí que respetan a la universidad en su vertiente formativa, como fuente de aprendizaje, mientras que tienen más dudas a la hora de valorar su capacidad de transferir tecnologías.
Pero a las empresas no les interesa cualquier tipo de formación, y en eso tenemos que ser realistas. La oferta formativa que las empresas más valoran es aquella que se dota de un fuerte componente de consultoría y de resolución-de-problemas-a-medida.
Según mi experiencia, la formación más atractiva para las empresas es aquella totalmente a medida, en formato de talleres “in company”, dirigida tanto para técnicos como directivos (responsables de I+D, jefes de proyectos, directores tecnológicos, etc.) y orientada a la resolución de problemas específicos de la empresa en los ámbitos que trabaja el grupo de investigación.
Esto requiere, como es lógico, conocer previamente las demandas de la empresa-cliente, algo que algunos grupos de investigación predican, pero que en general se hace muy poco.
Si los investigadores tienen la paciencia de dedicar tiempo a comprender a la empresa (mediante un diagnóstico adecuado de sus necesidades), y a diseñar una oferta formativa que “encaje” con su perfil y le aporte un valor diferencial genuino; es bastante probable que esta primera fase genere suficiente confianza para de la formación se pase a contratos de consultoría, y a proyectos de I+D.
Para terminar, tengo que decir que a pesar de las virtudes de esta modalidad de colaboración, es cierto que las empresas no suelen promover esto por propia iniciativa, lo que requiere un esfuerzo de promoción (y sensibilización) por parte de las universidades para despertar el interés necesario.
Fuente: Innocash